Ratos artísticos de amistad compartidos con Édgar Céspedes (70s-2017)

Ratos artísticos de amistad compartidos con Édgar Céspedes (70s-2017)

En verdad fueron incontables las noches de compartir en la casa de Édgar y Blanca, durante mi época de joven soltero, en aquellos años setenta. Si bien muchas veces nos reuníamos en grupo, en otras yo acompañaba a Édgar, a solas los dos, una vez que Blanquita se retiraba a dormir más temprano, y él se dedicaba a avanzar en sus trabajos artísticos. Hoy pienso que, al calor de la amistad, invadimos más de lo prudente el hogar de esa pareja, en sus primeros años de casados, aunque ellos siempre nos acogían con invariable hospitalidad. Yo disfrutaba mucho de conversar con Édgar, a quien había admirado desde mi adolescencia, casi como si fuera un hermano mayor. Me impresionaba la hondura de su pensamiento, su capacidad como docente y su creatividad artística, por lo que aquellos tiempos compartidos, a menudo hasta después de la medianoche, eran un deleite. En particular, dos obras suyas han sido muy significativas en mi vida. La primera fue el cuento del Principito, de Antoine de Saint-Exupéry, que él me ofreció plasmarlo, en una secuencia de escenas, como parte de un gran mural tallado en madera. Éste sería puesto a la entrada de la nueva residencia que, por entonces, estaba construyendo mi papá en Los Anonos, y yo colocaría un día en un lugar prominente de mi futura casa. Recuerdo que le colaboraba en pintar ciertas áreas con el tono de barniz que me indicaba y que, al terminar la obra, la contemplamos con indecible orgullo.

Édgar escribió luego el poemario titulado “Después del Barro”, el cual me fue cautivando desde que compartimos los versos iniciales de esa bella alegoría sobre el origen de la creación, según la perspectiva de nuestros indígenas. En mis visitas nocturnas comentábamos aquellos cantos poéticos, así como los salmos con que concluía cada parte, hasta la llegada de los españoles y la aceptación de la fe cristiana, manifestada en un lenguaje integrador. El libro fue publicado, primero, en una edición muy sencilla, que conservo con gran estima, y en la que valoro, de forma especial, la dedicatoria poética y afectuosa de Édgar. Posteriormente, Óscar Enrique Mas y yo hicimos, para el suplemento dominical del periódico La Nación, un análisis filosófico-teológico sobre el significado de esta obra, el cual se incluyó, a su vez, en la publicación que auspició la UNA, en los años noventa, con bellas ilustraciones del propio autor.

Pasaron los años y, al escribir mi novela de valores y tradiciones ticas, “En lo más secreto”, me pareció importante incorporar en la trama unos versos de “Después del Barro”, incluyendo también a Édgar, como personaje al que se hace referencia en aquella historia. Curiosamente, Dios quiso que, cuando la Editorial Costa Rica en el 2017 preparaba esa publicación, la Universidad Nacional le rindiera un homenaje a Édgar Céspedes para conferirle la distinción académica de “Profesor Emérito”, por sus grandes aportes en la pedagogía y el arte, los que le han dado un merecido prestigio nacional e internacional en la promoción de los derechos humanos.  ¡Qué orgullo para todos nosotros!

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