SÉPTIMA SEMANA: Anécdotas Semanales Bicentenario de Mezerville en América

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1896. Un encuentro inesperado en la Legación de Costa Rica en Guatemala.

Noemí había regresado con sus seis hijos a Guatemala, todos aún menores de edad, y ella, ante la triste realidad de su viudez, debió asumir sola la responsabilidad por su familia, sin los recursos económicos a que estaba habituada. Más bien, hubo que enfrentar las pérdidas de las fincas de café, arruinadas por el descuido y las erupciones volcánicas. Siendo una excelente cocinera, Noemí optó por ofrecer servicios de alta cocina para las recepciones de las legaciones extranjeras en la ciudad. Así ocurre que el presidente don Rafael Yglesias, en visita al gobierno guatemalteco, es agasajado por la Legación de Costa Rica con una cena. Esa noche, al final, él pregunta por la persona que preparó esos exquisitos platillos y, al saber que es una viuda francesa, madre de varios hijos, pide conocerla. Al tratarla, él y su esposa se llevan una muy buena impresión y le sugieren que haga todo lo posible por emigrar a Costa Rica, donde la ayudarían a establecerse y conseguirle trabajo a sus hijos. Asimismo, le dicen que Leonor y Esther podrían dar clases particulares de francés o de piano, algo inaudito en un medio tan conservador como el guatemalteco de aquella época. ¡Aquel encuentro cambiaría el futuro de la familia de Mézerville Ossaye para siempre!

1898-1900. La familia de Mézerville Ossaye se traslada a Costa Rica.

El 13 de agosto de 1898 ancló, en el puerto de Puntarenas, el barco proveniente de Guatemala donde viajaban Noemí Ossaye de Mézerville con sus seis hijos, en edades entre diez y veintitrés años. Había sido una decisión muy difícil y valiente el dejar la tierra de sus familiares y amigos para aventurarse a residir en un país desconocido, tras la promesa de un futuro mejor. Los ahorros alcanzaron apenas para cubrir la travesía y buscar donde vivir en Puntarenas, mientras ganaban el dinero que les permitiera realizar un trayecto de tres días en carretas, atravesando los montes del Aguacate, por caminos en mal estado y llenos de peligros, hasta instalarse en la meseta central. Preparar ese viaje les tomó un par de años en los que Noemí hacía para la venta unas candelas artesanales muy elaboradas, típicas de Antigua Guatemala. Emilio y Camilo, por su parte, descargaban mercadería en el muelle y todos aportaron su esfuerzo para salir adelante. También sufrieron allí la dolorosa pérdida de Jules, quien murió a sus catorce años debido a una fiebre perniciosa. Finalmente, en 1900, consiguieron trasladarse hasta San José, donde se hospedaron por unos días en el Hotel Francés, que les habían recomendado, mientras entraban en contacto con quien pudiera brindarles su ayuda para establecerse. Sin embargo, el hecho es que en la ciudad capital no conocían absolutamente a nadie, con la única excepción del presidente de la república, don Rafael Yglesias y su esposa. ¡Aquello fue un buen comienzo!