En mis años de La Salle, recuerdo admirar a Franklin Chang por sus acrobacias, durante los recreos, en las barras fijas del Colegio. Él se graduó un año antes que yo, a finales de 1967 y, a inicios del siguiente enero, fuimos juntos a Ojo de Agua con un grupito de muchachos, en un paseo organizado por el padre Fernando Royo, quien se dedicaba entonces a la pastoral juvenil. Las actividades del día resultaron muy variadas y aún conservo fotos de algunos de nosotros subidos en un árbol, como si fuéramos monos, o arriba del trampolín alto, entre Franklin y Raúl Chang, un primo suyo, rodeados de otros amigos. También nos vemos sentados en el zacate, contemplando el laguito, o en el restaurante cuando almorzábamos. Pero la imagen más refrescante es la que nos tomaron a Franklin y mí, junto con un compañero, gozando debajo de la cascada que surge del famoso ojo de agua, que le da su nombre a este popular balneario.
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