Uno de los cursos que más me enriqueció durante mi carrera fue el de Psicología Existencial, que llevamos con el Dr. Rodrigo Sánchez Ruphuy. Él se había doctorado en Leipzig, Alemania, y se identificaba especialmente con el existencialismo y los psicólogos humanistas. Con el Dr. Sánchez Ruphuy guardo una deuda de gratitud, pues no sólo me escogió como asistente, sino que me contrató, junto con Ana Rita Pagura, para laborar como psicometristas en la Sección de Medicina Psicosomática del Hospital México.
Además, gracias a su amistad con el Dr. John E. Jordan se me abrieron luego las puertas para mi posgrado en la Universidad del Estado de Michigan. Pero, en particular, su iniciativa de invitar al Dr. Viktor E. Frankl a visitar nuestro país, en setiembre de 1971, dejó una huella imborrable en mi vida.
Al Dr. Frankl se le reconoce como el fundador de la Logoterapia, un enfoque teórico que complementa los de Sigmund Freud y de Alfred Adler en Psicología. Yo tuve la fortuna de ser uno de los cuatro estudiantes que, junto con el Dr. Sánchez, lo recibimos junto a su esposa en el aeropuerto Santamaría.
Esa noche, en el Hotel Cristal, donde hoy quedan las instalaciones del Canal 6, compartimos un rato de agradable camaradería con el Dr. Frankl, quien nos narró interesantes anécdotas de su vida. Al despedirnos, le pedí que me firmara la primera página en blanco de mi cuaderno del curso, y él, amablemente, se puso a hacer una caricatura de sí mismo, al aterrizar en nuestro país, acompañada de su firma y de un título que decía: “El nuevo costaricense”. Mi satisfacción fue enorme por ese gesto tan espontáneo que había tenido conmigo.
En los siguientes días, le acompañamos a las presentaciones que realizó en el Colegio de Médicos y Cirujanos y en el Auditorio de la Facultad de Educación de la UCR. Para este último evento, en la víspera de su partida, yo había adquirido una copia de su libro “Psicoanálisis y Existencialismo”, con el deseo de que también me lo autografiara. Ésta fue su primera gran obra psicológica, cuyo manuscrito original se perdió al ser enviado a campos de concentración, durante la II Guerra Mundial, y que por fin pudo reescribir tras su liberación.
Mientras firmaba el libro me trató con mucha familiaridad, evocando la caricatura dibujada en mi cuaderno días atrás. No obstante, me aclaró que debía corregirse la palabra “costaricense”, pues le faltaba una “r” para escribirse de forma correcta. Yo quedé impactado por su memoria y su claridad mental al recordar tal detalle. Durante su visita a Costa Rica, el Dr. Frankl siempre se comunicaba en inglés. Quizás por eso, al leer sus obras en ese idioma, durante mi posgrado en Michigan, aún me parecía escucharlo hablándonos a nosotros.
Desde entonces, él siguió siendo el famoso autor psicológico, pero se convirtió también, para mí, en uno de los maestros de quienes más he aprendido, tanto en persona como a través de sus libros.