En la casa y la capilla donde vivió y murió Monseñor Romero (2001)

Al padre Enrique Gloden, originario de Luxemburgo, aunque luego residente por décadas en El Salvador, lo conocí en el curso de Formadores de México y Centroamérica, OSCAM 2000, dado en San José. Él me invitó a dar un curso a los sacerdotes salvadoreños en una casa de retiros fundada por él, cerca de Sonsonate, al occidente del país. Una vez concluido el curso, tras despedirme del padre Enrique, me fui con los padres Héctor Maldonado y Carlos Peraza, pasando por el lago de Coatepeque, hasta contemplar, desde una alta montaña, una linda vista de San Salvador. Ya en la ciudad, les pedí conocer la capillita donde fue asesinado Monseñor Romero, y me llevaron al hospitalito donde él residió como arzobispo, antes del atentado del 24 de marzo de 1980. 

Fue impresionante visitar esa capilla y pararme detrás del altar, justo donde él fue baleado. Posteriormente, visitamos la casita contigua, que le sirvió de residencia en su último tiempo. El padre Héctor tuvo el privilegio de residir allí durante seis meses, después de la muerte de monseñor Romero, y me contó historias muy íntimas sobre su vida en esa casa, que ahora está convertida en un lugar de homenaje a su memoria.  Particularmente me impresionó su dormitorio, donde pude sentarme en la mecedora que él usaba, al igual que en su silla, junto al escritorio, donde se conservan la grabadora, en la que llevaba su diario, y la máquina de escribir, que le sirvió para mecanografiar las más de doscientas homilías que predicó como arzobispo. Cuando San Óscar Arnulfo Romero fue canonizado por el Papa Francisco, en el 2018, aquellos recuerdos volvieron de súbito a mi memoria y le agradecí al Señor mi visita a esa casa y esa capilla. 

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