Entre compañeros con Franklin Chang en Ojo de Agua (Ene 1968)

Entre compañeros con Franklin Chang en Ojo de Agua (Ene 1968)

En mis años de La Salle, recuerdo admirar a Franklin Chang por sus acrobacias, durante los recreos, en las barras fijas del Colegio. Él se graduó un año antes que yo, a finales de 1967 y, a inicios del siguiente enero, fuimos juntos a Ojo de Agua con un grupito de muchachos, en un paseo organizado por el padre Fernando Royo, quien se dedicaba entonces a la pastoral juvenil. Las actividades del día resultaron muy variadas y aún conservo fotos de algunos de nosotros subidos en un árbol, como si fuéramos monos, o arriba del trampolín alto, entre Franklin y Raúl Chang, un primo suyo, rodeados de otros amigos. También nos vemos sentados en el zacate, contemplando el laguito, o en el restaurante cuando almorzábamos. Pero la imagen más refrescante es la que nos tomaron a Franklin y mí, junto con un compañero, gozando debajo de la cascada que surge del famoso ojo de agua, que le da su nombre a este popular balneario.

Ese mismo año Franklin partió hacia los Estados Unidos, con un pasaje solo de ida, tras su sueño de ser astronauta. Él tuvo que luchar mucho para lograr esa meta hasta llegar a ser, no sólo el primer astronauta latinoamericano, sino quien comparte el récord de mayor número de viajes en transbordador, pues participó en siete misiones entre 1986 y 2002, incluidas casi 20 horas durante tres caminatas espaciales y más de 1.600 horas en el espacio. Todo esto lo ha convertido en miembro del Salón de la Fama del Centro Espacial Kennedy, en Florida, y continúa destacándose con la invención y desarrollo de un motor de plasma, que podrá impulsar vehículos espaciales más lejos de nuestra órbita en años venideros. En cuanto a nosotros, a los casi cincuenta años de aquel paseo a Ojo de Agua, tuve la oportunidad de compartir con él, a fines del año 2017, en un evento organizado por la Editorial Costa Rica, a raíz de la publicación de su libro de memorias infantiles y juveniles, y en vísperas de la aparición de mi novela “En lo más secreto”. Si bien, en comparación con Franklin, a ambos nos separa una distancia sideral, tras medio siglo he podido constatar que los dos logramos realizar nuestros sueños de juventud, incluso en una magnitud muchísimo mayor de lo que jamás hubiéramos imaginado en aquella época.