Antonio Yglesias, cineasta y actor, había entrado a nuestra Comunidad, junto con su esposa Cristine y su familia, a principio de los años ochenta. Esto nos permitió conocernos de cerca e ir desarrollando con el tiempo una buena amistad. Más allá de nuestras convicciones en común, compartimos un aprecio mutuo, alrededor de ciertos intereses y aspiraciones en los que descubrimos ser bastante afines. En ese tiempo le surgió la oportunidad de dirigir la filmación de la película “La Segua”, basada en la obra teatral homónima del escritor Alberto Cañas. Para este proyecto fílmico, Antonio me comentó que le sería muy útil desarrollar un perfil psicológico de Encarnación Sancho, la joven hermosa que llega a identificarse con el mito de “La Segua”, con el propósito de darle más hondura al personaje y un mayor realismo al proceso de deterioro mental que ella experimenta. Por consiguiente, escribí un ensayo de varias páginas para describir esa patología, con escenas representativas que pudieran reflejar visualmente en la pantalla, ante los espectadores, la crisis psicológica que se plantea en la obra. Antonio incorporó algunas de aquellas secuencias sugeridas por mí al guion definitivo, del cual conservo copia de varias páginas en un álbum de recortes, que confeccioné luego, con todo lo relativo a la producción, presentación y distribución de la película La Segua.
También fui invitado a presenciar la filmación en dos oportunidades. La primera fue en una locación abierta en el campo, donde pude alternar durante todo el día, no sólo con Antonio, sino también con Mario Cardona, director de fotografía y hermano comunitario. Además, conocí al productor y actor Óscar Castillo, a Isabel Hidalgo de Caviedes, quien representaba al personaje de Encarnación, y a Blanca Guerra, una actriz muy reconocida en México.
En una segunda ocasión me acompañaron María Helena y mis tres hijos, junto con mi mamá y la Mama Yolanda. Marcel ya era preadolescente, Claire Marie muy chiquita y Jean Gaston un bebé de brazos. Estuvimos ese día en el propio set principal, donde se construyó una réplica de los frentes de la iglesia, la comandancia y algunos comercios, alrededor de la plaza mayor, en la antigua ciudad colonial de Cartago. Las escenas resultaron bastante atractivas, pues incluían a mucha gente del pueblo, vestida con los atuendos de la época, e inclusive presenciamos el rodaje de una carrera de caballos.
Asimismo, participamos de una premier anticipada, en el cine Magaly, para todas las personas que estuvimos relacionadas con el proyecto fílmico. Allí me impresionó apreciar una escena que yo le había sugerido a Antonio y que, a mi juicio, contribuía a resolver el dualismo de la protagonista, al querer ser siempre bella y temer volverse fea, como en el caso de la Segua. Hacia el final de la trama el hombre mayor le garantiza, debido a su ceguera, seguirla viendo con la belleza de su juventud, como él la recuerda. Por eso le dice, según lo propuse para el guion: “Puedo ver a esa niña tan amada cargando una sombra que no es su sombra, que no le pertenece…”. ¡Fue muy grato para mí presenciar tal escena y comprobar que había hecho un aporte a la película!
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