La Dra. Kinget colaboradora de Carl Rogers desea conocerme (1975)

La Dra. Kinget colaboradora de Carl Rogers desea conocerme (1975)

La Dra. G. Marian Kinget era la catedrática más reconocida en la Facultad de Psicología de la Universidad del Estado de Michigan. De origen belga, se mantuvo soltera toda su vida para dedicarse a su carrera profesional como psicoterapeuta, docente y escritora. A Norteamérica había emigrado tiempo atrás para trabajar en estrecha colaboración con el Dr. Carl Rogers, quizás el psicólogo humanista de mayor rango en los EE UU. De hecho, ambos aparecen como coautores de ciertas obras importantes en este campo, con amplia difusión por América y Europa. Cuando me correspondió llevar con ella uno de mis primeros cursos doctorales, titulado “Psicología del Amor y la Madurez”, llegué muy impresionado al gran auditorio donde impartía sus clases, ante más de un centenar de estudiantes. Procuré sentarme adelante para no perder detalle y, al concluir la sesión, mientras me dirigía hacia la salida, ella me señaló con el dedo e hizo ademán de que me acercara. Aquello me sorprendió muchísimo, pues empezó a preguntarme sobre mi nombre y apellidos, así como al respecto de mi país de origen. Entonces afirmó algo que me desconcertó por completo: “Usted tal vez no me recuerde, pero yo hace un tiempo que quería conocerlo”. Ante mi mirada de incredulidad, ella se rio en voz alta y con su agradable acento francés me dijo estas palabras: “Los jóvenes nunca se fijan en las señoras mayores que se sientan, junto a ustedes, en las bancas de la iglesia. Nosotros a menudo compartimos entre semana la misa de mediodía en la parroquia de St. John y yo le he escuchado hacer comentarios de las lecturas, cuando el sacerdote pide la participación de los fieles. Por eso deseaba conocerlo y que me aclarara de dónde era su acento al hablar”. Yo estaba mudo del asombro y ella me dejó ir pronto para que me repusiera. En los años siguientes la Dra. Kinget se convirtió no sólo en uno de los mejores maestros que he tenido en mi vida, sino también en una presencia amiga, quien a veces me invitaba a su casa, junto con otros estudiantes cercanos, para celebrar ciertas fiestas religiosas o cívicas, además de escuchar su música clásica favorita. Más aún, ella fue mi profesora en un curso de lectura psicológica por tutoría y formó parte del comité de graduación que aprobó mi tesis doctoral. Siempre le estaré agradecido por el trato tan deferente y afectuoso que tuvo conmigo, pues pude trascender al personaje famoso que ella representaba y conocerla como esa persona entrañable, que con su ejemplo y enseñanzas me apoyó en la etapa inicial de mi carrera. 

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