Alternando con Carmencita Granados, Rafela y doña Vina (1977)

Alternando con Carmencita Granados, Rafela y doña Vina (1977)

Mi tía y madrina, Felicia Zeller, fue siempre una mujer muy sociable, admirada por su gracia, su espontaneidad y su gran sentido del humor. A fines de 1976 le diagnosticaron un cáncer gástrico, como consecuencia de muchos años de fumar. Cuando estuvimos juntos en Costa Rica, mientras yo realizaba mi investigación para la tesis, ella me pidió que oráramos por su situación. Al abrir la Biblia nos salió el pasaje de la viuda pobre, que sólo dio una monedita en el templo, pues era todo lo que tenía. Ella lo interpretó en el sentido de dejar el vicio del fumado, pues significaba ofrecerle algo a Dios que necesitaba y no lo que pudiera sobrarle. De forma que así lo hizo en los últimos meses de su vida. En ese tiempo organizamos un par de ratos de oración con un grupito de vecinas y amigas suyas, entre las que se contaba Carmencita Granados, la gran humorista nacional, quien participó esos dos sábados en la ceremonia de apertura del Día del Señor, que llamamos CADS, y se sumó también a un paseo de domingo a la finquita de mi primo Rafa Calleja en el Alto de Ochomogo.

Carmencita había conquistado por décadas a la audiencia nacional con su programa radial de “Rafela”, una campesina que con sus ocurrencias nos hacía morirnos de la risa. Asimismo, desarrolló posteriormente el personaje de “doña Vina”, tanto en la radio como en la televisión, representando a una vecina chismosa que husmeaba en las cosas de los demás, para luego contar historias exageradas de todo el mundo. “Doña Vina” tuvo tanto arraigo en la cultura popular que los ticos siguen utilizando el verbo “vinear” y la expresión “no sea vino”, en referencia a quien se entromete en la vida de otros. Recuerdo que aquel domingo me tocó hacer de presentador en una improvisada velada artística de cantos y declamaciones, cuyo número estrella fue el de Carmencita Granados. Con su acostumbrada simpatía le sacó chiste a sus más conocidos, ya fuera interpretando a “Rafela” como a “doña Vina”. Al final cerró su acto, dedicado especialmente a su amiga Felicia, mi madrina, acompañándose ella misma en la guitarra, mientras cantaba unas coplas graciosísimas que le granjearon grandes aplausos y espontáneas carcajadas. Nuestra tía Felicia falleció de cáncer al año siguiente dejando a su paso una estela de cariño, pues siempre supo cultivar afecto y sonrisas alrededor suyo durante toda su vida.

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