Un choque en auto que pudo ser mortal (24 Dic 1970)

Un choque en auto que pudo ser mortal (24 Dic 1970)

En mi segundo año universitario ya yo llevaba materias propiamente de Psicología, incluyendo un curso sobre Motivación, en el segundo semestre, impartido por el Dr. Édgar González, con quien entablé una buena relación de profesor-alumno. Además de trabajar él en el Centro de Bienestar y Orientación de la UCR, don Édgar brindaba los sábados una asesoría psicológica en el Hogar Transitorio No. 1 para niños abandonados, en Barrio Córdoba. Él aceptó mi ofrecimiento de hacer una práctica voluntaria, bajo su supervisión, y redactar pequeños informes sobre cada niño, basado en mi relación con ellos durante una mañana y dos tardes por semana. Así, yo compartía sus tiempos de juego y de televisión observando sus comportamientos, además de interpretar los cuentos que ellos mismos ideaban, a partir de las imágenes de animales que yo les mostraba. Tras varios meses de conocerlos, al acercarse la Navidad, mi amigo Édgar Enrique Chacón y yo planeamos una manera de conseguirles el regalo específico que cada uno de esos niños o niñas deseaban, para dárselos en nombre del Niño Dios que los amaba. Para nosotros esto constituía un proyecto más de aquellos realizados como líderes del Movimiento Acción Cristiana Universitaria, ACU, y nos complació mucho colocar cada juguete junto a sus camitas, cuando ya estaban dormidos esa Nochebuena, con una dedicatoria personal. Eran ya las diez de la noche, por lo que Édgar me ofreció llevarme en su auto hasta mi casa, aunque vivíamos en dos extremos opuestos de la ciudad. Así era él de servicial y generoso en el uso de su carro, sobre todo con Roy Ramírez y conmigo, a quienes nos trasladaba de un lugar para otro en todas nuestras actividades. Al llegar a una cierta esquina, en que la señal de “Alto” había sido derribada, Édgar continuó su marcha sin detenerse. Fue entonces que un taxi nos arrolló desde la derecha y, aunque ambos choferes intentaron evitar la colisión, los dos carros chocaron con fuerza en su parte delantera. El impacto en nuestro auto fue más del lado del pasajero y yo me golpee la cabeza contra el vidrio de la puerta, pero no pasó a más. Si el choque hubiera sido contra un autobús, de los que pasaban a velocidad por esa esquina, el accidente pudo haber sido mortal. Por tal razón, al asistir con mi familia a la misa de medianoche, apenas una hora después, le agradecimos a Dios el habernos salvado.

 

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