Cara a cara con cuatro presidentes del Deportivo Saprissa (50s a 80s)

Mis primeros recuerdos de don Ricardo Saprissa fueron a fines de los cincuenta, cuando se saludaba con mi tío Yiyi y mi papá en los palcos del Estadio Nacional. Luego, de adolescente, además de verlo en su estación de gasolina, junto a nuestra casa, su presencia era constante en los partidos de las ligas menores. No obstante, nuestra ilusión era que nos llevara después al estadio, para entrar gratis, a ver un juego de la Primera División. También coincidíamos a veces en las oficinas del Deportivo Saprissa, cerca de Plaza Víquez, a donde nos reunían a veces los entrenadores para asuntos formales. Finalmente, fue justo en el año cuando él presidió la inauguración del nuevo Estadio Saprissa, en Tibás, que yo pude ayudarlo a retomar contacto con su amigo español, residente en Buenos Aires, anécdota que narré anteriormente.

El sucesor de don Ricardo, como presidente del Club por tres años, fue don Jorge Guillén, a inicios de los ochenta. Posteriormente, tomó las riendas del Saprissa don Enrique Weisleder, a quien tuve el gusto de conocer cuando buscó mi ayuda profesional para apoyarlo en un asunto familiar. Lo recuerdo como a un hombre de bien, educado y formal, quien tuvo la gentileza de autografiarme mi libro de “los 25 años del Deportivo Saprissa”, junto a una estampilla de don Ricardo conmemorativa del cincuentenario de la Institución.

Finalmente, con los dos siguientes presidentes del Saprissa, Fabio Garnier y Enrique Artiñano, pude departir en una misma ocasión, avanzada la década de los ochenta. Mis socios de “Las Estrellas del Saprissa” los habían invitado a ambos, como presidente y vicepresidente morados, para que jugaran mi juego de trivia, lo que los hizo competir entre sí sobre sus conocimientos del Club que entonces presidían. El partido lo ganó Fabio Garnier, quien me guiñaba el ojo cada vez que le anotaba un gol a Enrique Artiñano, lo que lo divertía mucho. Esa noche nos otorgaron el permiso de venderlo en “la Cueva del Monstruo”. Así que, al domingo siguiente, durante un clásico contra la Liga, mi compadre Freddy Reyes y yo nos pasamos el partido debajo de la gradería principal, muy cerca de la entrada del Estadio, para ofrecerlo a los interesados.

Según mis expectativas, aquel día se vendieron muy pocos, pero nunca olvido que don Alfredo, el famoso “Chato” Piedra, otro de los entrenadores legendarios del Saprissa, quiso adquirirlo, lo que me complació mucho. Don Alfredo era el papá del “Chatillo” Piedra, quien fue mi compañero de equipo con el Mamenic F.C., en las ligas menores, y a quien yo llevaba a veces en mi bicicleta a los partidos. Posteriormente, él también se destacó en cuadros importantes a nivel nacional. En cuanto al Chato Piedra, éste dirigió, además del Saprissa, a otras nueve escuadras de la Primera División, incluidas el Cartaginés, La Liga y el Herediano. Más aún, fue el entrenador de los famosos “Chaparritos de Oro”, que tuvieron una memorable participación en los Juegos Panamericanos de México en 1956 y, posteriormente, de la Selección Nacional que en 1963 conquistó el campeonato de la CONCACAF en El Salvador. ¡Estoy seguro de que con mi juego de mesa ganaría a menudo, pues tantas preguntas se referían a él como protagonista de la historia del fútbol costarricense!

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