Viaje a EE UU para promocionar el juego “Estrellas del Mundial” (1992)

Debido al muy bajo nivel de ventas de mi juego de trivia “Estrellas del Saprissa”, llegué a la conclusión de que éste resultaba poco atractivo para los no Saprissistas, así como para la población con escaso conocimiento del futbol. No obstante, aun aceptando que debía ser un juego centrado en este deporte, decidí rediseñarlo con una dinámica más accesible a las personas con conocimientos limitados en este ámbito. Además, en lugar de centrarme en un solo equipo de un país chiquito, lo hice trascender a las selecciones de todo el planeta que compiten en los mundiales. ¡Así nació las “Estrellas del Mundial”! Afortunadamente, además de haber recolectado, desde hacía años, abundante información del Deportivo Saprissa, tenía también mucho sobre los Mundiales de Fútbol y los Juegos Olímpicos, por lo que contaba con una amplia base de datos para desarrollar esta trivia. Durante meses me ingenié las preguntas históricas, personales y curiosas concernientes a esta competición, que capta la atención de todo el orbe cada cuatro años, y las formulé de tal manera que pudieran contestarse correctamente, incluso apelando al azar, y no solo a los conocimientos previos de quien lo juega. Al estar más avanzado el mundo de la computación, mi amigo Alejandro Aragón me apoyó con la logística para el levantado de los datos, lo cual le agradecí mucho. Asimismo, John Keating, uno de los apreciados líderes de la Confraternidad “Los Siervos de la Palabra”, se interesó en ayudarme y me dedicó una larga noche para preparar las dos versiones del prototipo del juego, una en español y la otra en inglés. Lo inauguramos luego, jugándolo con gran deleite en mi grupo pastoral y, posteriormente, preparé el viaje a EE. UU. para mostrarlo en la Sede Mundial de Coca Cola, en Atlanta, en procura de su patrocinio a nivel global. 

Yo había acumulado millas, con Panamerican Airlines, en mi viaje a la Argentina del año anterior, por lo que reservé tiquetes de San José a Detroit, con el propósito de visitar también a los DeWitt y a mis amigos de Lansing, haciendo escala, a la ida en Miami, y a la vuelta en Atlanta. Sin embargo, la Panamerican había quebrado, poco tiempo antes, y fue comprada por Delta Airlines. A pesar de eso, me tomé el riesgo de volar a Miami por Lacsa y, desde ese aeropuerto, solicitar telefónicamente que me acreditaran el millaje en Delta, que requería para el resto del viaje. A pesar de mis argumentos, esta Compañía no estuvo dispuesta a hacerlo, aunque me ofrecieron un gran descuento para mantener mi itinerario de vuelos. Llamé entonces a Mamá DeWitt y, al enterarse de mi situación, me ofreció cubrir ella los trescientos dólares que necesitaba, a manera de inversión en mi juego de trivia. El Papá DeWitt había fallecido un par de años antes y le agradecí doblemente ese regalo, además de recibirme a mi llegada en Detroit, para hospedarme en su casa. Posteriormente, ella y su hijo Tom me trasladaron a Lansing, donde me hospedé con John, Marcia y su familia. La estadía resultó muy agradable y me permitió renovar vínculos con varias decenas de hermanos comunitarios, además de reunirnos un grupito íntimo una noche para jugar “Las Estrellas del Mundial”.   

Al hacer escala en Atlanta, durante mi viaje de regreso, me esperaba allí Santiago Jiménez, otro de los miembros de mi grupo pastoral, quien me había conseguido alojamiento donde residía su hijo Rafa en esa ciudad. Eso facilitó que incluso me acompañara, ambos muy bien trajeados, a la cita concertada con Mr. William Shea, gerente comercial en la Sede Mundial de Coca Cola, quien disfrutó con nosotros jugando, en su versión inglesa, la trivia de mi juego “Stars of the World Cup”. Al final, él nos aclaró que con gusto podía recomendarme con una compañía de juegos de mesa, en California, pero que, como “Coca Cola Company”, no se acostumbraba el asumir la responsabilidad de desarrollar los productos que ellos utilizaban en sus promociones. El caso es que aquel ofrecimiento nunca cristalizó, pues al contactar a esa compañía californiana de juegos, al igual que lo intenté más tarde en un par de viajes a México y a Brasil, me hicieron saber que solo producían los juegos diseñados por ellos mismos. Aun así, al regresar a Costa Rica me embargaba un sentimiento de gran satisfacción, porque luché por lograr mi sueño y pude llegar tan lejos.

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