1926 a 1930. Esther viajó con su madre Noemí a Francia, para estar con la familia Ossaye, en Niza, y realizar una gira cultural por varios países.
Tras varios años de sobresaliente labor administrativa y docente en la dirección del Colegio de Señoritas, Esther de Mézerville dimitió de su cargo para viajar con su madre Noemí a Europa. Doña Noemí estaba por llegar a sus setenta y cinco años y, en esa época, pensaba que quería morir y ser enterrada en Francia. Por tal razón, tomó la decisión de vender su casa en Tres Ríos, donde habían residido ya por un cuarto de siglo, y liquidar sus pertenencias para cubrir los costos del viaje en barco y su eventual permanencia en Europa. De esta forma, encontraron allá el apoyo de sus familiares Ossaye en Niza, Francia, esperando una larga estadía. En particular, el hermano de Noemí, Henri Paul Ossaye y su esposa Jeanne, a quienes Esther y sus hermanos llamaban el tío Pablo y la tía Juana, fueron sus anfitriones, y se dedicaron a atenderlas, incluyendo paseos por muchos lugares de interés. Asimismo, Esther aprovechó esa oportunidad para realizar un viaje cultural a través de algunos otros países como España, Italia, Argelia y el Marruecos francés.
1927. La llegada de doña Luz Quirós, sus hijas e hijo, a residir un tiempo en Niza.
La cercanía que cultivaban entre sí las hermanas Quirós fue siempre muy palpable entre las ramas de los de Mézerville Quirós y los Rodríguez Quirós. Doña Luz, junto con su esposo don Luis Carlos Rodríguez, habían procreado tres hijas, Ofelia, Lilia y Ana Isabel, a las que se unió un hermano menor, Carlos Humberto Rodríguez Quirós, quien ya adulto optó por el camino de la vida consagrada como Cartujo. No obstante, la Providencia redirigió luego sus pasos hacia el sacerdocio diocesano y terminó siendo el arzobispo de San José. En la época en que Esther y su madre Noemí residieron en Europa, doña Luz, con sus hijas e hijo pudieron radicar en Niza y compartir en familia con ellas, al igual que con el tío Pablo Ossaye y su esposa, la tía Juana. Este encuentro entre parientes tan cercanos consta en un “Álbum de Recuerdos”, conservado por Yves de la Goublaye de Ménorval Rodríguez, de su abuela doña Luz Quirós. Él ha sido presidente de la Academia Costarricense de Ciencias Genealógicas y estos escritos están consignados en su obra “Los libros mundanos con dedicatorias, como testimonios de las mentalidades de las familias, a lo largo de la historia” (7). De esta forma han llegado hasta el presente unas frases de Esther, conocida en el ámbito familiar como “Teté”, escritas con mucho sentimiento para Luz, la cuñada de su hermano Camilo: “Lejos de la tierra, considerada por mí y con razón, como una segunda patria, tuve la dicha de encontrarte, con lo que he obtenido el privilegio de reconocer que la Providencia es buena, puesto que en ti he hallado de nuevo esa patria y en tu amistad el ver mitigada la pena que me causa la ausencia de tantos seres queridos” (Niza, 3 de agosto de 1927). Asimismo, el tío Henri Paul le acota estas palabras: “Permítame, doña Luz, de escribir sobre este papel mi amistoso sentimiento que tengo por Ud., y asegurarle que hemos tenido la gran felicidad al venir a radicarnos a Nice, de tenerla a Ud. y a sus encantadoras hijas e hijo, cerca de nosotros…”.