DÉCIMA SEGUNDA SEMANA: Anécdotas Semanales Bicentenario de Mezerville en América

DÉCIMA SEGUNDA SEMANA: Anécdotas Semanales Bicentenario de Mezerville en América

1931-1942. De vuelta en el país para retomar su vida normal, ahora en San José.

Contrario a lo planeado cuando doña Noemí inició su viaje con la intención de residir durante su ancianidad en Francia y ser enterrada allí, ella no se pudo adaptar bien al ambiente europeo, enfermándose a menudo, lo que la llevó a deprimirse mucho. Al final de cuatro años de estadía en Europa, ellas mismas aceptaron que añoraban su vida en Costa Rica y retornaron al país con la alegría del reencuentro con sus parientes y amistades más cercanas. Ya de regreso en la que consideraban su tierra adoptiva, doña Noemí experimentó en corto tiempo una notable mejoría en su estado de ánimo, dejando atrás la depresión y otros malestares, aunque la vida fue diferente a la que estaban acostumbradas antes. Ya no tenían su casa en Tres Ríos y parecía conveniente instalarse más cerca de sus dos hijos mayores en San José. Fue providencial que pudieran alquilar pronto una casa detrás de la Soledad, con las condiciones necesarias e incluso un bello jardín, que ambas disfrutaban mucho. A dos cuadras de ellas vivían Emilio y Rosario, y con bastante proximidad estaba la casa de Camilo y Felicia, en el barrio González-Lahmann. Por su parte, Leon colaboraba con la manutención de su madre, al igual que Esther, aportando su sueldo de maestra, pues había sido contratada como profesora de francés en el Colegio Metodista.

1853-1942. La culminación de una vida intensa transcurrida en cinco países distintos.

Durante casi nueve décadas, Noemí Ossaye vivió una vida intensa, residiendo por años en Canadá, México, Guatemala, Francia y Costa Rica. A ella, en Tres Ríos, le decían doña Emilia, según una tradición local de llamar a la esposa por el nombre del marido, lo que calzaba muy bien por ser una persona tan industriosa y emprendedora. Había heredado de su padre, don Federico Ossaye, su inclinación por la agricultura, y, desde que radicó aquí, sembraba frutas y hortalizas, incluyendo manzanas, uvas, fresas, duraznos y ciruelas, que resultaban ser frutas exóticas en Costa Rica, lo que aprovechaba para preparar conservas que se vendían muy bien. También sus candelas típicas de Antigua Guatemala le fueron ganando mucha clientela. Así, ella fue haciendo un acopio de dinero ahorrado, al punto de ofrecer préstamos a quienes lo necesitaran. Noemí fue una mujer de carácter fuerte y muy dominante, exigente y ordenada al extremo. Ya desde antes del viaje a Europa ella y Esther vivían solas, pues los demás hijos se habían casado y hecho vida aparte. Luego de su regreso, durante los años de 1930, su salud gradualmente se empezó a deteriorar, debido a que padecía de diabetes y fue perdiendo la vista, aunque se esforzaba en aparentar que veía bien. Además, su movilidad fue cada vez más limitada, por lo que permanecía más tiempo en cama y su cuidado requirió de mayores apoyos. De esta manera Doña Noemí, tras una existencia de mujer luchadora y viajera incansable, por fin descansó el 19 de octubre de 1942, rodeada de los suyos. Ella había pedido ser sepultada en la tierra, en el cementerio de Tres Ríos, en una tumba que tuviera una cruz grande de piedra y una mata de rosas enredada en ella, en dirección hacia la Carpintera.