Como Abelardo Cantillo y Leon de Mézerville eran tan amigos, al nacer Florita don Abelardo y doña Flora le pidieron a éste y a doña Lolita Gené ser sus padrinos. Hernán, en esa época, tenía apenas ocho años y asistió al bautizo de la niña, quien llegaría con el tiempo a ser su esposa. De esta manera, también sus padrinos se convertirían luego en los suegros de ella y hasta el mismo nombre escogido para la pequeña reflejaría, en adelante, su decidida vocación por el cuidado de las flores. Ciertamente, Florita fue siempre una amante de las plantas y las flores, por lo que pasaba horas cuidándolas. A principios de los años de 1980s, y ya aficionada al cultivo de orquídeas, ella recibió un regalo de parte de Carlos Vargas Gené, el primo de su esposo Hernán. Era una catleya “Skineri Alba Pura”, que significa “blanca pura”. Con extremo cariño y paciencia, Florita cuidó de esta planta durante varios años hasta lograr, con cultivo, mejorar y hacer crecer dicho ejemplar. Debido a que ella era socia de la Asociación Costarricense de Orquideología, participó en la exposición de fines de los 80s, donde un selecto jurado de jueces internacionales juzgó y calificó la planta, otorgándole un premio FCC (“First Class Category”, en inglés) con un puntaje de 91. Su premiación no sólo la hizo merecedora de muchos reconocimientos, sino que motivó gran interés de parte de la Asociación Americana de Orquideología. Posteriormente, esta Asociación le ofreció a ella comprar dicha planta, por la suma de diez mil dólares, con el fin primario de cruzarla y obtener plantas mejoradas, de gran belleza y calidad. Florita, sin embargo, se negó a aceptar dicha propuesta, conservando el derecho sobre la planta, y, más bien, donó parte del material genético para mejorar las plantas de Costa Rica. De esta forma se han logrado cruces maravillosos con el nombre de su querida “Planta Florita”, la cual, hoy día, sigue siendo utilizada en dichos cruces.