Además de ser una mujer de familia, como maestra de escuela se distinguió de forma extraordinaria y dejó una huella que aún le reconocen sus antiguos alumnos, quienes se han reunido especialmente para homenajearla. Dedicaba muchas horas en su casa para preparar el diario académico, donde consignaba en detalle aquello que impartiría al día siguiente, incluyendo temas de formación personal en valores morales y religiosos. Ella tenía una manera de educar muy llena de cariño. Más aún, nunca se enojaba ni levantaba la voz, sino que, incluso cuando los amonestaba, lo hacía con una sonrisa maternal. La Niña Mimí formó a muchas generaciones de estudiantes que hoy se destacan como personas de bien y que se lo reconocen al decir, que no solo les enseñó a leer y a escribir, sino que también supo escribir en el corazón de cada uno de ellos. Asimismo, perteneció a asociaciones como las Vicentinas, las Damas Blancas, la Gota de Leche y la Cruz Roja. Más aún, cuando ocurrieron las graves inundaciones en Taras de Cartago, en los años sesenta, la gente hallaba refugio en la Escuela de Tres Ríos, donde Mimí supervisó la repartición de la ropa, comida y colchones que eran enviados para los damnificados. Además, ya en sus setentas, fue la fundadora allí del Centro Diurno para la Tercera Edad. A Mimí le afectó bastante la muerte de su mamá, Lolita Gené, lo que repercutió en un estado de abatimiento y depresión. Con el paso del tiempo le ayudó mucho su ingreso, en 1985, a la primera comunidad del Camino Neocatecumenal, fundada en Tres Ríos, donde participó fielmente por tres décadas hasta su fallecimiento en el año 2015.