Si bien Felicita, mucho menor que sus hermanos, permaneció soltera en la casa materna junto a Julio, Margarita y Eugenia, ella tuvo una vida muy activa. Fue una insigne funcionaria a cargo, por varias décadas, de la biblioteca del Centro Cultural Costarricense Norteamericano. Allí no sólo se brindaba atención al público lector, sino que promovió un programa de donación de libros en escuelas urbanas y rurales. Asimismo, supo dar acogida en su biblioteca a visitantes de relieve mundial. Le gustaba cantar y tocar la guitarra, así como pasear. Entre otros viajes, disfrutó mucho de una gira turística por diez países de Europa, recuerdos que conservaba en sus álbumes de fotos. El gran amor de su vida, aunque nunca se establecieron juntos, fue Román Macaya Lahmann, bastante mayor que ella y pionero de la aviación en Costa Rica. Ambos compartieron un afecto fiel y entrañable por casi siete lustros, hasta que él falleció en los años noventa.