Las familias de Mézerville Gené, Cantillo Montero, de Mézerville Cantillo y Coto de Mézerville se fueron estableciendo alrededor de la plaza de Tres Ríos, a menos de una cuadra unas de otras. Don Leon había adquirido una casita, a mitad de la cuadra al costado sur de la plaza, la cual fue restaurando y ampliando con el tiempo, además de comprar más terreno al fondo y en escuadra hasta la esquina suroeste. Allí edificaría luego su hijo Hernán su residencia, hacia mediados del siglo veinte, compartiendo un patio interno común con las casas de los parientes vecinos. No obstante, mucho antes, don Abelardo Cantillo, quien llegaría a ser el consuegro de don Leon, había construido su casa frente a la esquina suroeste de la plaza. Don Abelardo contaba que, cuando iniciaba su vida laboral, Doña Noemí le había prestado ochenta colones, lo que en ese entonces era una apreciable cantidad, para empezar un negocio de carnicería, algo que él siempre le agradeció. Todo esto fomentó una cálida amistad entre don Abelardo y don Leon, así como la futura relación entre sus propios hijos. Con el tiempo, esta cercanía repercutió también en un vínculo muy estrecho entre Hernán y Aquileo Coto, el esposo de su hermana Noemí. Vivir tan próximos facilitaba las visitas de Hernán a su hermana y su cuñado, cada noche, al concluir la función nocturna del Teatro Pilar. En sus ratos juntos, los tres se reían mencionando refranes y dichos populares, que procuraban consignar en un cuadernito, conservado hasta hoy por su hija Patricia. Este constante compartir, en las buenas y las malas, los unió a ambos cuñados en una amistad tan profunda que, al fallecer Aquileo en 1997, Hernán expresó que había perdido a su mejor amigo en la vida.