Felicia Quirós de Mézerville, “Mamita”, como la llamaban sus nietos, le tenía mucho miedo a la muerte, a la que apodaba “la Pelona”. De hecho, entre todas sus hermanas fue la que llegó a una mayor edad en su paso por la vida. Por tal razón, Jorge, su hijo médico, por muchos años le tomaba la presión arterial, todos los domingos, para asegurarle que gozaba de buena salud. Ahora bien, Jorge falleció primero, en 1979, cuando Felicia tenía ya noventa y siete años; estaba ciega y pasaba sentada en un sillón durante el día. Sus otros hijos que vivían con ella, Julio, Margarita, Eugenia y Felicita, prefirieron no contarle sobre el fallecimiento de Jorge y le pidieron a su hermano Enrique que, al visitarla los domingos, le siguiera tomando la presión arterial, de manera que se mantuviera tranquila en cuanto a su salud. Esto ocurrió por más de año y medio, entre abril de 1979 y octubre de 1980, a escasos meses de cumplir ella sus cien años. No obstante, en ese mes de octubre, un cierto domingo Mamita reaccionó diferente. Cuando Enrique, como era habitual, le chequeaba la presión, ella le preguntó por qué lo hacía, si no era médico. Ante su asombro, le contó: “Jorge vino a visitarme esta mañana y me dijo que él ahora está allá; que no me preocupe de nada, porque me están esperando”. Aquel domingo ella estuvo bien, sin ningún síntoma de enfermedad, ni aquel antiguo “temor a la Pelona”. Al día siguiente, lunes 28 de octubre, falleció muy serena, según se lo había anunciado su hijo Jorge al venir a prepararla. Algo semejante a aquello que se narra en el Evangelio de San Lucas cuando Jesús le dijo, al hombre crucificado junto a él, “te aseguro que hoy mismo estarás conmigo en el Paraíso” (Lucas 23, 43).

Felicia con sus hermanas Otilia y Luz, sus nietos Memo y María (1940s), y su nieta Denise (1965)